Dicen que cuando una persona realmente
está sufriendo no llora. Es verdad, no puedes llorar. Sientes como si tu mundo
se parara. Tu mente se para, tu boca se para, tus ojos miran fijos a cualquier
sitio. Y luego empieza a girar muy rápido. Todas las conversaciones son de lo
mismo. No paran de decirte que eres fuerte. Sientes que te tratan con pies de
plomo. Y tú solo quieres que se callen y te dejen. Quieres que el mundo vuelva
a pararse.
Que se pare y gire en sentido
contrario. Que todo vuelva a ser como antes. Y sabes que es imposible y eso te
hace sufrir más. El último palo duro que me tocó pasar, fue duro por una simple
razón. Que es para siempre. Y ese para siempre es muy largo. Suena
tremendamente largo. Pero en lugar de cerrar los ojos miré hacia arriba, al
cielo.
No buscaba respuestas, ni siquiera
quería hacer preguntas. Fue por casualidad. Y me di cuenta de que el cielo
seguía siendo el cielo. Que las nubes ahí arriba eran igual de blancas. Me
sentí tan pequeña que el problema también encogió.
Tú más que nadie sabe lo
fuerte que eres. Lo fuerte que soy. Y no necesito palabras de los demás para
saberlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario